sábado, 25 de agosto de 2012


Un día, siendo aún una niña, descubrí lo que era soñar y así me pasé el resto de la tarde soñando. Al día siguiente, quise probar los límites de mi descubrimiento y aprendí lo que los mayores me explicaron que era imaginar, para mí solo era jugar con mis sueños. De esta forma pasaron los días entre sueño y sueño hasta que de tanto soñar cree a mi propio príncipe de cuento: Wilson. Nunca he sabido el motivo por el que le llamé así, como apareció en mi corta vida...pero lo cierto es que fue mi amigo más fiel; él siempre me escuchaba, no me decía a nada que no, me acompañaba en mis mayores locuras y me abrazaba en mis peores pesadillas. 
No obstante, hay una pregunta que creo que nunca podré responder...por qué se fue y cómo no logro recordar cuándo lo hizo. Con mi mente ya de mujer sé que él se fue porque yo crecí y dejé de soñar, o lo que cualquiera diría...maduré. Sin embargo, hoy, cansada de soñar deseos imposibles y de ver como cada castillo de arena y cada luz de mi infancia se va apagando poco a poco; no me queda otra que desear a ese Wilson sin rostro, sin voz pero con miles de recuerdos en mi interior, que vuelva para sacarme una sonrisa y llevarme de vuelta al País de Nunca Jamás enseñándome así de nuevo a soñar pues, al parecer, con él se fueron mis sueños y la esperanza de que un día se cumplan por completo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario