viernes, 11 de noviembre de 2011

La luz de mi inocencia


Sentada en la fría noche araño unos pliegos en busca de inspiración. De repente, una dama blanca y clara baja desde el cielo para iluminarme. Me hace compañía y yo le pregunto:
"Luna, tú que dicen que eres tan mujer como yo, explícame dónde se perdió mi corazón, porqué mi príncipe nunca es azul y a dónde fue mi felicidad".
Ella me responde llenándome con su magia; toma mi mano y va cambiando los viejos jirones por palabras sinceras que gota a gota derraman mi dolor y mi angustia. La miro inquieta y me pregunto qué pasará cuando no esté. Siento en mi interior que algo está fuera de su sitio y me aterroriza. "Volverás, Luna, mañana a velar mis sueños, podré sentir tu capa blanquecina que tanto me extasía".
Los sonidos de la noche devuelven mis demonios mientras la dama blanca me mira con ternura y por fin me dice: "Vuelve a tu lecho, cierra los ojos y descansa. Yo volveré cada noche a sentarme en tu terraza para soñar contigo y transmitirte mi calma. Duerme tranquila, que yo te esperaré aquí mañana".

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